NEBIRE
Primero el articulo habla sobre el perro y sobre el evento que propició la aparición de este ya esta. No se a que viene ahora el tema de los gatos simplemente porque es otro animal domestico igual que el perro ? Y que ?
Si leyeras los enlaces que te pongo entenderías porque te pongo el fragmento que te cito y no es la Opinión de una persona cualquiera es de Laura Trillo Carmona, Terapeuta Natural de Gatos y Comunicadora Felina es la que hace este mismo articulo.
Aunque no le puedas responder a ella, no quieres decir que puedas debatirlo aquí da igual que forme parte del foro o no a largo del día se publican miles noticia ajenas al foro véase la cesión de noticias, mientra se pongan fuente.
Lo que si voy a pedir a partir de ahora, que si desvía el tema que no este relacionado con el articulo refiriéndose al perro domestico, pido que se borren los comentarios que no tenga que ver, para que no se desvirtúe este post, me incluyo a mismo porque si no nos vamos a desviar del tema hacía otro punto que no es.
NEBIRE
Luego aquí si podemos discutirlo esta parte el comportamiento del animal para ser domesticado o no, es super importante mas de lo que piensas, porque te crees sólo un puñado de especies animales han podido ser domesticadas con éxito y te las puedo contar con los dedos de las manos.
Y la razón es muy simple algunos científicos dicen que está en los genes, el tema de los gatos otra vez, se cree que los gatos salvajes son los únicos animales que se domesticaron solos y no por el ser humano simplemente porque fueron atraídos al principio por la abundancia de roedores en los primeros asentamientos agrícolas de Oriente Medio, hace casi 10.000 años.
Te aseguro que un gato rara vez va comer de tu mano directamente si desde chiquitito no le has enseñado, solo tienes que darte una vuelta por tu ciudad y encontrarte con gatos vagabundos buscando en la basura atrévete a darle a un gato vagabundo de comer lo primero que huye de ti y lo segundo desconfía en cambio un perro vagabundo nada mas le enseñe la mano con un cacho pan se te acerca seguro si no has la prueba.
Lee esto que te cito es lo que mas o menos me quiero venir referir te lo voy a citar entero porque muchos de aquí no miráis ni los enlace que os pongo:
CitarMe resulta gracioso, tu forma simple de asumir ignorancia en los demás.
Desde que a los 7-8 años tuve mi primer gato, no he dejado de tenerlos, los adoro y los entiendo a la perfección. Al punto que me basta muy poco tiempo, para que los gatos se me acerquen y se encariñen conmigo.
En cualqier caso, el comentario que otra persona dé respecto de los gatos, no supone ninguna prueba de nada.
En la antigüedad se domaron varios animales en función de las necesidades existentes. El comportamiento del animal, no tiene nada que ver, y eso de que sea fácil o difícil son tonterías. La dificultad nunca es prueba de imposibilidad. Qué más difícil que construir las pirámides con tanta perfección hace miles de años?. Pero ahí están... y si no existieran desde hace siglos, sin duda hoy se tomarían como mitos absurdos de los antiguos...
Se domaron incluso elefantes y leones y otras especies hoy día extintas. Cada cual por una finalidad. Bueyes para el cultivo, caballos para el transporte, elefantes para el tiro, perros para la caza, felinos para la defensa personal y el gato ...incluso por belleza. Un gato no deja de ser un felino, la absoluta fiera pero en tamaño diminuto. jamás ha perdido su instinto.
La historia del gato, seguramente pasa por una sobreproblación, al punto de que se adentraran en las ciudades a comer las sobras de la población y también un busca de los reodores que pulularían por los graneros. Si las sobras generan malos olores y los roedores merman el grano, el gato sin duda fue un fiera tolerada, que no atacaba al ser humano, con el tiempo se convertiría en un 'aliado', y al final un amigo entrañable. No creo que resulte muy difícil de entender, que una cosa con el tiempo llevó a la otra. En otros animales esta simbiosis no se da, por ello sostengo que el gato fue el primero (salvo algún otro felino ya inexistente).
Tienes todo el derecho a tener tu propio criterio, pero exponlo, no expongas el de alguien desconocido que ni es parte del foro... cuando cites algo ajeno al foro, que sea porque suponga una prueba no una opinión. No es muy correcto responder a la opinión a alguien que no ha dejado aquí su opinión.
Primero el articulo habla sobre el perro y sobre el evento que propició la aparición de este ya esta. No se a que viene ahora el tema de los gatos simplemente porque es otro animal domestico igual que el perro ? Y que ?
CitarEn cualqier caso, el comentario que otra persona dé respecto de los gatos, no supone ninguna prueba de nada.
CitarTienes todo el derecho a tener tu propio criterio, pero exponlo, no expongas el de alguien desconocido que ni es parte del foro... cuando cites algo ajeno al foro, que sea porque suponga una prueba no una opinión. No es muy correcto responder a la opinión a alguien que no ha dejado aquí su opinión.
Si leyeras los enlaces que te pongo entenderías porque te pongo el fragmento que te cito y no es la Opinión de una persona cualquiera es de Laura Trillo Carmona, Terapeuta Natural de Gatos y Comunicadora Felina es la que hace este mismo articulo.
Aunque no le puedas responder a ella, no quieres decir que puedas debatirlo aquí da igual que forme parte del foro o no a largo del día se publican miles noticia ajenas al foro véase la cesión de noticias, mientra se pongan fuente.
Lo que si voy a pedir a partir de ahora, que si desvía el tema que no este relacionado con el articulo refiriéndose al perro domestico, pido que se borren los comentarios que no tenga que ver, para que no se desvirtúe este post, me incluyo a mismo porque si no nos vamos a desviar del tema hacía otro punto que no es.
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CitarEn la antigüedad se domaron varios animales en función de las necesidades existentes. El comportamiento del animal, no tiene nada que ver, y eso de que sea fácil o difícil son tonterías. La dificultad nunca es prueba de imposibilidad. Qué más difícil que construir las pirámides con tanta perfección hace miles de años?. Pero ahí están... y si no existieran desde hace siglos, sin duda hoy se tomarían como mitos absurdos de los antiguos...
Luego aquí si podemos discutirlo esta parte el comportamiento del animal para ser domesticado o no, es super importante mas de lo que piensas, porque te crees sólo un puñado de especies animales han podido ser domesticadas con éxito y te las puedo contar con los dedos de las manos.
Y la razón es muy simple algunos científicos dicen que está en los genes, el tema de los gatos otra vez, se cree que los gatos salvajes son los únicos animales que se domesticaron solos y no por el ser humano simplemente porque fueron atraídos al principio por la abundancia de roedores en los primeros asentamientos agrícolas de Oriente Medio, hace casi 10.000 años.
Te aseguro que un gato rara vez va comer de tu mano directamente si desde chiquitito no le has enseñado, solo tienes que darte una vuelta por tu ciudad y encontrarte con gatos vagabundos buscando en la basura atrévete a darle a un gato vagabundo de comer lo primero que huye de ti y lo segundo desconfía en cambio un perro vagabundo nada mas le enseñe la mano con un cacho pan se te acerca seguro si no has la prueba.
Lee esto que te cito es lo que mas o menos me quiero venir referir te lo voy a citar entero porque muchos de aquí no miráis ni los enlace que os pongo:
CitarLos científicos han tenido dificultades incluso para definir con exactitud el término domesticación. Sabemos que se puede criar un animal salvaje para que viva en contacto con el hombre. Un cachorro de tigre alimentado con biberón puede tratar a sus captores como a su familia al llegar a adulto. Pero los hijos de ese tigre nacerán tan salvajes como sus abuelos. La domesticación, en cambio, no es una cualidad adquirida por un individuo, sino una serie de rasgos desarrollados en toda una población a través de la cría selectiva, después de muchas generaciones de vivir en contacto con el ser humano. Muchos, si no todos los instintos salvajes de la especie doméstica, se han perdido. En otras palabras, la domesticación está principalmente en los genes.
CitarSin embargo, los límites entre «doméstico» y «salvaje» a menudo son flexibles. Un conjunto cada vez más amplio de pruebas indica que los animales domésticos debieron de desempeñar un papel destacado en su propia domesticación, y que se habituaron por sí solos a los humanos antes de que nosotros asumiéramos un papel activo en el proceso. «Mi hipótesis –dice Greger Larson, experto en genética y domesticación de la Universidad de Durham, en Gran Bretaña– es que con la mayoría de los primeros animales domesticados (primero perros, luego cerdos, ovejas y cabras), probablemente hubo un largo período de influencia no intencionada por parte de los seres humanos.» La palabra domesticación «sugiere algo que sucedió de arriba abajo –prosigue–, algo que los humanos hicieron intencionadamente. Pero un proceso más complejo resulta mucho más interesante».
La importancia del experimento de la granja de zorros en el estudio de esa complejidad es tanto más notable por el modo en que empezó. A mediados del siglo XX, bajo el régimen de Stalin, la biología propugnada por el stablishment soviético y dictada por el infame ingeniero agrónomo Trofim Lysenko vetaba la investigación de la genética mendeliana. Pero Dmitri Belyaev y su hermano mayor, Nicolái, ambos biólogos, sentían curiosidad por las posibilidades de dicha ciencia. «La influencia de su hermano lo llevó a interesarse por la genética –dice Trut de su mentor–. Pero en aquella época se consideraba una falsa ciencia.» Cuando los hermanos desafiaron la prohibición y siguieron adelante con sus estudios basados en las leyes de Mendel, Belyaev perdió su trabajo de director del Departamento de Cría de Animales para Piel. Nicolái fue deportado a un campo de trabajo, donde murió.
En secreto, Belyaev continuó dedicándose a la genética, aunque presentaba sus estudios como investigaciones sobre fisiología animal. Le intrigaba sobre todo que hubiera surgido una variedad tan amplia de perros a partir de sus antepasados lobos. Sabía que la respuesta debía buscarla en el nivel molecular. Pero incluso fuera de la Unión Soviética, en la década de 1950, la tecnología para secuenciar el genoma de cualquier animal (y de este modo tratar de averiguar cómo habían cambiado sus genes a través de la historia) era un sueño imposible. Así pues, Belyaev decidió reproducir la historia. El zorro plateado, un cánido estrechamente emparentado con los perros que nunca había sido domesticado, le pareció el objeto perfecto de estudio.
Bajo el régimen de Stalin, la biología propugnada por el stablishment soviético vetaba la investigación de la genética mendeliana
La primera misión de Lyudmila Trut como estudiante de posgrado, en 1958, fue viajar a las granjas peleteras soviéticas y seleccionar a los zorros más tranquilos para constituir la población inicial del experimento. El veto a los estudios genéticos se había levantado tras la muerte de Stalin en 1953, y Belyaev se estableció en Siberia, en el recién creado Instituto de Citología y Genética. Aun así, tuvo la precaución de encuadrar el estudio en un marco puramente fisiológico, sin mencionar siquiera los genes. Trut recuerda que cuando Nikita Jrushchov, entonces máximo dirigente de la Unión Soviética, llegó al instituto en visita de inspección, alguien le oyó decir: «¿Cómo? ¿Todavía siguen por aquí esos genetistas? ¿No habían sido aniquilados?». Pero gracias a la habilidad política del jefe de Belyaev y a los artículos favorables de la hija de Jrushchov, que era periodista, el experimento de los zorros pudo continuar discretamente.
En 1964, la cuarta generación ya empezaba a colmar las esperanzas de los investigadores. Trut todavía recuerda el momento en que vio por primera vez a un zorro mover la cola al notar que ella se acercaba. Al poco tiempo, los más mansos eran tan perrunos que saltaban a los brazos de los investigadores y les lamían la cara. A veces la mansedumbre de los animales llegaba a sorprender incluso a los investigadores. Una vez, en los años setenta, un empleado del laboratorio se llevó temporalmente a uno de los zorros a su casa como mascota. Cuando Trut fue a visitarlo, se enteró de que el hombre lo sacaba a pasear sin correa, como si fuera un perro. Ella le dijo: «No haga eso. Podríamos perderlo y es propiedad del instituto». Pero entonces él le silbó, lo llamó por su nombre, Coca, y el animal corrió a su lado.
Simultáneamente, más zorros empezaron a presentar rasgos típicos del fenotipo doméstico: orejas blandas y caídas hasta una edad más avanzada y manchas blancas en el pelaje. «A principios de los años ochenta, observamos una especie de aceleración en los cambios del aspecto exterior», explica Trut. En 1972 la investigación se había ampliado para incluir a las ratas, a continuación a los visones y (durante un breve período) a las nutrias. Éstas resultaron difíciles de criar y finalmente fueron excluidas del experimento, pero los investigadores lograron influir en el comportamiento de las otras dos especies del mismo modo que en la conducta de los zorros.
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Sin embargo, justo cuando la nueva tecnología genética iba a permitir a Belyaev estudiar la conexión entre los cambios y el ADN de los animales, el proyecto entró en una época de enormes dificultades. Los años previos al desmembramiento de la Unión Soviética, los fondos destinados a programas científicos empezaron a escasear, y los investigadores pudieron hacer poco más que mantener viva la población de zorros. Cuando Belyaev murió de cáncer en 1985, Trut se hizo cargo del proyecto y siguió luchando para conseguir financiación, aunque a principios de este siglo casi se vio obligada a clausurar el experimento por falta de fondos.
Fue en torno a esa época cuando, Anna Kukekova, una bióloga de origen ruso que estaba realizando el posdoctorado en genética molecular en Cornell, leyó acerca de los problemas que ponían en peligro la supervivencia del proyecto y decidió centrar su investigación en el experimento. Con la ayuda de Gordon Lark, de la Universidad de Utah, y una beca de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de Estados Unidos, unió fuerzas con Trut para tratar de acabar lo que Belyaev había iniciado.
En realidad, no todos los zorros de la granja de Novosibirsk son tan amigables como Mavrik. Al otro lado del camino, delante de donde viven él y los otros zorros mansos, hay un cobertizo idéntico lleno de jaulas de malla metálica, cada una de las cuales contiene lo que los investigadores denominan «zorros agresivos». Para estudiar la biología de la mansedumbre, los científicos necesitaban crear también un grupo de animales decididamente ariscos. Por eso, como en una imagen de espejo de los zorros dóciles, las crías de la población agresiva reciben una puntuación según la hostilidad de su conducta. Sólo los más agresivos son seleccionados para producir la siguiente generación. Allí están los gemelos malos del afable Mavrik: gruñen, enseñan los dientes e intentan morder las rejas de la jaula cuando alguien se acerca.
"Los cambios son genéticos"
«Quiero que se fije en esta hembra –dice Trut, mientras me señala la fiera más próxima–. Ya ve lo agresiva que es. Es hija de una madre agresiva, pero la crió una hembra mansa.» El cambio, producido porque la madre agresiva no podía amamantar a su cría, fue una afortunada casualidad que sirvió para demostrar que la respuesta de los zorros a los humanos tiene más que ver con la herencia que con la crianza. «Los cambios son genéticos», afirma Trut.
Sin embargo, la identificación de la huella genética relacionada con la domesticación está resultando ser extremadamente compleja. Primero los investigadores tienen que hallar los genes responsables de las conductas amigables y de las agresivas; pero esos rasgos generales del comportamiento son amalgamas de otros atributos más específicos, como temor, audacia, pasividad, curiosidad..., que es preciso separar, medir y relacionar con genes individuales o con conjuntos de genes que funcionan en combinación. Una vez esos genes han sido identificados, los investigadores pueden averiguar si los que influyen en el comportamiento también determinan rasgos como las orejas caídas, el pelaje manchado y otras características propias de las especies domésticas. Una de las teorías de los científicos de Novosibirsk es que los genes que guían la conducta de los animales lo hacen mediante la alteración de ciertas sustancias neuroquímicas en el cerebro. A su vez, la alteración de esas sustancias podría obrar efectos indirectos en el aspecto físico de los animales.
De momento, Kukekova prefiere centrarse en el primer paso: hallar el vínculo entre la mansedumbre y los genes. Al final de cada verano viaja a Novosibirsk para evaluar a las crías nacidas ese año. La interacción de cada científico con los cachorros se graba en vídeo, donde se registran acciones como abrir la jaula, meter una mano y tocar al animal. Kukekova revisa las cintas y aplica criterios objetivos para cuantificar las posturas, las vocalizaciones y otras conductas de los zorros. Después, todos esos datos se cruzan con los del pedigrí, es decir, la genealogía de los zorros mansos, agresivos e «híbridos» (los que tienen un progenitor de cada grupo).
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A continuación, el equipo ruso-estadounidense extrae ADN a partir de muestras de sangre de cada zorro y busca diferencias pronunciadas en los genomas de los que han sido clasificados como «agresivos» o como «mansos». Un informe de los científicos recoge el hallazgo de dos regiones del genoma marcadamente divergentes en los dos tipos conductuales, que podrían contener genes relacionados con la domesticación. Todo apunta cada vez más a que la domesticación no está impulsada por un solo gen, sino por una sucesión de cambios genéticos.
Unos 4.500 kilómetros al oeste, en la ciudad alemana de Leipzig, otro laboratorio también está a punto de descubrir la base genética de la domesticación, pero en ratas. Frank Albert, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, pidió 30 descendientes de las ratas de Belyaev (15 mansas y 15 agresivas), que le remitieron de Siberia en 2004. «Hemos hallado regiones del genoma que influyen sobre la mansedumbre y la agresión –dice–, pero no sabemos cuáles son los genes que producen esas señales.» Como el grupo de Kukekova, dice que están en proceso de reducir el número de posibles candidatos.
En cuanto uno de los grupos consiga localizar al menos una de las rutas genéticas específicas implicadas, ellos u otros investigadores podrán buscar paralelismos en el genoma de otras especies domésticas. «En una situación ideal, nos gustaría definir genes específicos implicados en las conductas mansas y agresivas –dice Kukekova–. Pero incluso si los encontramos, no sabremos si son los genes de la domesticación hasta que los comparemos con los de otros animales.»
Los animales con más probabilidades de ser domesticados son los que tienen predisposición al contacto humano
En última instancia, la investigación podría reportar el hallazgo de genes similares en la más doméstica de todas las especies: el ser humano. «Comprender lo que ha cambiado en esos animales será increíblemente revelador –dice Elaine Ostrander, del Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano de los NIH–. Todos esperamos con interés los resultados.»
No todos los expertos en el tema creen que los zorros plateados de Belyaev revelarán los secretos de la domesticación. Leif Andersson, que estudia la genética de los animales de granja en la Universidad de Uppsala (y elogia la contribución de Belyaev y sus colegas a ese campo de estudio), cree que la relación entre la mansedumbre y el fenotipo de la domesticación podría ser menos directa. «Si seleccionamos un rasgo, veremos cambios en otros», dice Andersson. Sin embargo, «nunca se ha demostrado que haya una relación causal».
Para comprender las diferencias entre los puntos de vista de Andersson y los investigadores de Novosibirsk, es útil tratar de imaginar cómo habrían podido desarrollarse históricamente las dos teorías. Ambas coinciden en que los animales con más probabilidades de ser domesticados son los que tienen predisposición al contacto humano. Alguna mutación o grupo de mutaciones en su ADN determinó que temieran menos al hombre y por lo tanto estuvieran más dispuestos a vivir cerca de él. Quizá se alimentaban de los desechos que producían los humanos o se beneficiaban de una inesperada protección contra los depredadores. En algún momento, los humanos vieron que podían obtener algunos beneficios de sus vecinos animales y empezaron a seleccionar a los más dóciles para utilizarlos como reproductores. «Al principio del proceso de domesticación, sólo actuaba la selección natural –dice Trut–. Con el tiempo, ésta fue sustituida por una selección artificial.»
La teoría de Andersson difiere de la de los rusos en lo que sucedió después. Si Belyaev y Trut están en lo cierto, la autoselección natural y posteriormente la selección humana de los animales menos temerosos trajo consigo otros componentes del fenotipo doméstico, como las colas curvadas o los cuerpos más pequeños. Para Andersson, esa teoría subestima el papel de los humanos en la selección de esos otros rasgos. La curiosidad y la ausencia de miedo pudieron iniciar el proceso, pero cuando los animales estuvieron bajo el control humano, también quedaron protegidos de los depredadores salvajes. Las mutaciones aleatorias productoras de rasgos físicos que en la naturaleza no habrían durado, como las manchas blancas sobre un manto oscuro, pudieron persistir, y con el tiempo prosperar porque a los humanos les gustaban. «No es que los animales se comportaran de modo diferente –dice Andersson–, sino que eran más bonitos.»
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En 2009, Andersson comparó mutaciones en los genes que controlan el color del pelaje en diferentes variedades de cerdos domésticos y salvajes, y reforzó su teoría. Según explica, los resultados «demuestran que los primitivos ganaderos seleccionaban deliberadamente cerdos de color novedoso. Sus motivaciones pudieron ser tan simples como la preferencia por lo exótico o la selección de la menor capacidad de camuflaje».
En su búsqueda particular de los genes de la domesticación, Andersson estudia con detenimiento al animal doméstico más numeroso del planeta: la gallina. Su antepasado, el gallo Bankiva, vivía en libertad en los bosques de la India, Nepal y otras regiones del sur y el Sudeste Asiático. En algún momento hace unos 8.000 años, los humanos empezaron a criarlos para comérselos. El año pasado, Andersson y sus colegas compararon los genomas completos de las gallinas domésticas con los de varias poblaciones de gallo Bankiva conservadas en zoos. El equipo identificó una mutación en un gen conocido como TSHR, que sólo se encontraba en las poblaciones domésticas. De esto se puede deducir que el gen TSHR debió de desempeñar algún papel en la domesticación, y los investigadores intentan determinar qué controla exactamente la mutación del TSHR. Andersson cree que quizás obre algún efecto en los ciclos reproductivos de las aves, permitiendo tal vez a las gallinas criar con más frecuencia en cautividad que el Bankiva en libertad, un rasgo que seguramente debió de ser muy valorado por los primeros granjeros. La misma diferencia existe entre los lobos, que se reproducen una vez al año y en la misma estación, y los perros, que pueden reproducirse varias veces y en cualquier época del año.
Si la teoría de Andersson es correcta, podría tener fascinantes implicaciones para nuestra especie. Richard Wrangham, biólogo de Harvard, ha postulado que también nosotros hemos sufrido un proceso de domesticación que ha alterado nuestra biología. «Preguntarse cuál es la diferencia entre un cerdo doméstico y un jabalí, o entre un pollo de engorde y un gallo Bankiva –me dijo Andersson–, es muy parecido a plantearse dónde está la diferencia entre un humano y un chimpancé.»
Puede que la genética de la domesticación de gallinas, perros y cerdos nos permita averiguar muchas cosas interesantes acerca de nuestra propia conducta social
El ser humano no es un simple chimpancé domesticado, pero puede que la genética de la domesticación de gallinas, perros y cerdos nos permita averiguar muchas cosas interesantes acerca de nuestra propia conducta social. Ésa es una de las razones por la que los NIH patrocinan la investigación de Kukekova en la granja de zorros. «Hay más de 14.000 genes expresados en el cerebro, y no muchos son conocidos», señala la investigadora. Identificar cuáles de esos genes guardan relación con la conducta social no es fácil; obviamente, no se pueden realizar experimentos de cría con humanos.
Pero analizar el ADN de nuestros mejores amigos puede ofrecer conclusiones interesantes. En 2009, el biólogo de la UCLA Robert Wayne dirigió un estudio en el que comparó los genomas del perro y del lobo. El hallazgo que saltó a los titulares fue que el perro no se originó a partir del lobo gris en el este de Asia, como sostenían otros investigadores, sino en Oriente Medio. Menos interés suscitó en la prensa una breve nota en la que Wayne y sus colegas anunciaban el descubrimiento de una secuencia corta de ADN, localizada cerca de un gen llamado WBSCR17, que era muy distinta en las dos especies. Esa región del genoma, decían los investigadores, podría ser una posible sede de «genes importantes para el inicio de la domesticación de los perros». En los humanos, el gen WBSCR17 es, al menos en parte, responsable de un trastorno genético muy poco frecuente llamado síndrome de Williams-Beuren, caracterizado por una apariencia élfica (de rasgos delicados), un puente nasal más corto de lo normal y un «excepcional gregarismo». Quienes lo padecen son excesivamente amistosos y confiados con los extraños.
Tras la publicación del artículo, el equipo de Wayne recibió montones de mensajes de padres de niños con Williams-Beuren. Los padres reconocían que el carácter de sus hijos recordaba al de los perros por la capacidad de interpretar el comportamiento ajeno y por la falta de barreras sociales en su conducta. Los rasgos élficos también parecían corresponder al fenotipo doméstico. Wayne es cauteloso a la hora de establecer paralelismos. Los investigadores, ha dicho, sienten «curiosidad» al respecto y esperan estudiar más a fondo la conexión.
"Los investigadores no se proponían seleccionar un zorro más listo, sino más dócil. Pero acabaron produciendo zorros más listos"
Un joven investigador de la Universidad Duke llamado Brian Hare viajó en 2003 a Novosibirsk. Hare es conocido por su trabajo de catalogación de las conductas únicas de lobos y perros, y por mostrar de qué modo los perros han desarrollado la capacidad de atender ciertas indicaciones de los humanos, como el movimiento de los ojos o el acto de señalar con un dedo. Cuando realizó pruebas similares con las crías de zorro en Siberia, observó que las desempeñaban tan bien como los cachorros de perro de la misma edad. Los resultados, aunque preliminares, sugieren que la selección contra el miedo y la agresión (lo que Hare denomina «reactividad emocional») ha creado zorros que además de ser mansos, tienen una capacidad semejante a la de los perros para interactuar con los humanos utilizando sus señales sociales.
«Los investigadores no se proponían seleccionar un zorro más listo, sino más dócil –dice Hare–. Pero acabaron produciendo zorros más listos.» Esa investigación también es importante para comprender los orígenes de la conducta social humana. «¿Estamos domesticados en el mismo sentido que los perros? No. Pero puedo decir sin temor a equivocarme que lo primero que se necesita para transformar en ser humano a nuestro antepasado simiesco es un aumento sustancial de la tolerancia entre individuos. Tuvo que haber un cambio en nuestro sistema social.»
La investigación de Hare me vino a la memoria durante mi última tarde en Novosibirsk, mientras Kukekova, mi intérprete Luda Mekertycheva y yo jugábamos con Mavrik en un corral, detrás del laboratorio y las oficinas. Lo vimos perseguir una pelota, luchar con otro zorro y después volver corriendo para que lo cogiéramos en brazos y dejáramos que nos lamiera la cara. Al cabo de una hora, Kukekova lo llevó de vuelta a los cobertizos. Mavrik pareció notar que volvía a su encierro y se puso a gemir con creciente nerviosismo. Teníamos ante nosotros a un animal biológicamente condicionado para buscar la atención humana, tanto como cualquier perro.
Lógicamente, el experimento de la granja de zorros no es más que eso: un experimento científico. Durante décadas, el proyecto se ha visto obligado a gestionar su población y a vender a granjas peleteras a los animales que no son suficientemente mansos ni agresivos. Para los científicos, decidir cuáles se quedan y cuáles se van es angustioso. Trut dice que desde hace tiempo ha delegado en otros esa tarea. «Emocionalmente es muy difícil», me dijo.
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En los últimos años el instituto está intentando obtener permisos para vender como mascotas a los zorros dóciles sobrantes, tanto en Rusia como en el extranjero. No sólo sería bueno hallar un hogar para los ejemplares que el proyecto no necesita, sino que sería una forma de recaudar dinero para que prosiga la investigación. «Actualmente hacemos todo lo posible para mantener la población –dice Trut–. Pero este experimento tiene muchas más cuestiones que responder.»
En cuanto a Mavrik, Luda Mekertycheva quedó tan fascinada con el zorro de color castaño y otro de sus compañeros que decidió adoptarlos. Al cabo de unos meses se los enviaron a su dacha de las afueras de Moscú. Poco después me envió un correo electrónico: «Mavrik y Peter se me suben a la espalda cuando me arrodillo para darles de comer, se sientan cuando los acaricio, y toman las vitaminas de mi mano –me escribió–. Los quiero mucho».