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#1191
¿Pueden los políticos saltarse la cola? Dilemas éticos de la vacuna de covid-19

Nadie, ya sea ciudadano o una nación, debería quedarse atrás en términos de vacunación. Los países más acaudalados deberían velar porque así sea


Desde la llegada de la pandemia de covid-19, la sociedad y su sector sanitario se han visto obligados a confrontarse con dilemas éticos de gran calado que no han sido suficientemente debatidos. Durante marzo y abril del pasado año, en el momento más crítico de la primera ola, muchos sanitarios se vieron obligados a decidir qué tipo de pacientes debían ser preteridos o priorizados, a la hora de intentar salvar su vida.

Ahora, con la llegada de las vacunas, han surgido otros dilemas que requieren ser estudiados para saber cómo proceder con una mayor eficiencia y equidad en las campañas de vacunación. Procedemos a enumerar aquí algunos de ellos.

¿Podemos fiarnos de todas las vacunas contra el covid-19?

Las vacunas están sometidos a una regulación muy estricta en EE UU y en Europa, con sendas agencias del medicamento (FDA y EMA, respectivamente), organismos independientes que supervisan su seguridad y eficacia antes de ser administradas masivamente. No ocurre lo mismo en otras zonas del mundo, incluyendo a China.

Ante una pandemia de tal envergadura, que requerirá una vacunación generalizada de toda la población mundial, surge la duda de si podemos permitirnos prescindir de aquellas vacunas que no han sido aprobadas por un organismo independiente.

Se diría que, al margen de posibles conflictos de intereses comerciales, convendría seguir la pista a todo tipo de vacunas, ya que países con menos recursos bien pudieran beneficiarse de su uso, siempre que haya unas garantías de calidad e independencia. Un posible sustituto de los organismos certificadores independientes puede ser la revisión de los artículos científicos publicados sobre los ensayos clínicos de estas vacunas.

Ahí están los casos de algunos países, como Argentina, que ha optado por la vacuna rusa Sputnkik V, o los Emiratos Árabes Unidos que han aprobado la china. Estos países se han anticipado para no arriesgarse a quedarse sin vacuna.

¿Qué pasa con quienes no se quieren vacunar?

Estados Unidos, cuyo número de víctimas mortales por la pandemia ha superado ya la cifra de norteamericanos fallecidos durante la Segunda Guerra Mundial, como recordaba Joe Biden en su discurso de investidura, ampara sin embargo en algunos estados la exención de vacunarse por causas religiosas o creencias personales.

El profesor Ross D. Silverman publicó un artículo sobre la complejidad legal de obligar a todo el mundo a vacunarse, ya que multitud de estados poseen una legislación que prohíbe la más mínima interferencia con la fe o creencias personales, aunque no siempre por motivos de salud pública, una razón de peso que Silverman insta a utilizar como una sólida cobertura legal.

En esa misma línea, debería estudiarse la posibilidad de que la vacuna sea obligatoria para quienes tienen contacto con el público y pudieran contagiar siendo asintomáticos, ya que no vacunarse supondría un riesgo exponencial para la salud pública. Otra opción sería restringir a quienes decidan no vacunarse las actividades que puedan ser peligrosas para la salud pública.

¿En qué orden se vacuna a la población?

Una vez dilucidado en qué vacunas confiar y qué hacer con quienes no se vacunan, surge el debate sobre quién debe vacunarse primero. Lógicamente, como se está haciendo, se ha de priorizar a los colectivos más vulnerables, a nuestros mayores. Un problema que ya se preveía y que algunos expertos desaconsejaban es la vacunación de personas de más de 80 años con enfermedades crónicas.

En efecto, en Noruega se observó que 13 personas de más de 80 años habían muerto tras recibir la primera dosis de la vacuna. Al principio cundió la alarma al relacionarse tales episodios con posibles efectos secundarios de la vacuna. Sin embargo, tras un análisis más detallado, se comprobó que la proporción se correspondía con la tasa habitual de fallecimientos en esa capa de población. Pese a todo, ya se ha sembrado una duda, tal como temían los expertos.

Inmediatamente después de los mayores deben situarse quienes atienden servicios esenciales, incluyéndose al personal de transporte y servicios públicos como seguridad o limpieza.

El personal docente debería ir a continuación, para no prolongar en exceso una enseñanza telemática que incrementa las desigualdades existentes entre un alumnado con más recursos tecnológicos y otro con menor poder adquisitivo. Desafortunadamente, los niños deberán esperar, ya que aún no se han desarrollado vacunas ni se han realizado ensayos clínicos para ellos.

Otra cuestión que ha ocupado nuestras cabezas es si los políticos deben vacunarse en primera línea. Mientras todos hemos observado con admiración las fotos públicas de Anthony Fauci vacunándose cuando le correspondía (por edad), también nos hemos echado las manos a la cabeza al saber que algunos políticos se han vacunado a escondidas y prevaliéndose de su posición.

Es obvio que hacerlo en público (y cuando te toca) es un buen ejemplo y motivación para la población. Sin embargo, hacerlo a escondidas tiene un doble efecto pernicioso: erosiona la confianza y crea la falsa impresión de escasez y de "sálvese quien pueda".

¿Cómo vacunar a todos?

Finalmente llegamos al auténtico quid de la cuestión: ¿cómo cabría vacunar a todo el mundo? Las campañas de vacunación deberían tener una perspectiva cosmopolita, cobrando conciencia de que, para cuestiones como la pandemia, somos ciudadanos del mundo antes que ninguna otra cosa. Organismos internacionales como la ONU o la OMS deberían poder orquestar que sus miembros aportaran los recursos necesarios para universalizar una vacunación imprescindible. Nadie, ya sea ciudadano o una nación, debería quedarse atrás en términos de vacunación. Los países más acaudalados deberían velar porque así sea. En esa línea trabaja el proyecto Covax, que busca un acceso equitativo mundial a las vacunas contra el covid-19.

Uno de los debates que están surgiendo en este aspecto es si se puede aumentar la cantidad de personas receptoras de la vacuna, con tres opciones: inocular una sola dosis, retrasar la segunda dosis o reducir la concentración del compuesto activo en la vacuna. El peligro de este tipo de medidas es que se alejarían de las condiciones de los ensayos clínicos.

Concretamente, el inocular una sola dosis o espaciar la segunda (esto último ya se está haciendo en Reino Unido) es desaconsejado por los expertos porque podría generar una "inmunidad subóptima" y, de ese modo, favorecer la aparición de mutaciones que ayudarían al virus a evadir la respuesta inmune. Sin embargo, la opción de reducir la concentración de principio activo sí podría contemplarse, ya que las concentraciones que se han utilizado en ensayos clínicos han sido muy elevadas.

Como vemos, aunque vislumbremos cierta luz al final del túnel con la llegada de las vacunas, todavía queda amplio espacio para el debate y la reflexión. Hay que infundir ánimo sin suscitar expectativas que luego puedan quedar defraudadas, porque nos enfrentamos también a una posible debacle psicológica.

https://www.elnacional.com/mundo/pueden-los-politicos-saltarse-la-cola-dilemas-eticos-de-la-vacuna-de-covid-19/?utm_source=Twitter&utm_medium=Social&utm_campaign=social

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#1192
Foro Libre / Misión: cazar a los ciberpiratas
28 Febrero 2021, 15:44 PM
Misión: cazar a los ciberpiratas

La pandemia ha despertado al monstruo virtual. En un mundo hiperconectado, la ciberseguridad está en peligro. Estamos más expuestos que nunca. Los ataques en la Red son cada vez más agresivos, y en España el año pasado 60 de ellos han llegado a poner en jaque infraestructuras del Estado. Internet es el campo de batalla donde delincuentes y terroristas desafían y manipulan a Gobiernos, ciudadanos y empresas. Visitamos los centros de defensa de España para entender cómo se enfrentan a esta guerra digital.


Fotografía de portada, A la caza de los ciberpiratas

Planeados y ejecutados desde algún rincón nebuloso del planeta, durante 2020 (el año uno de la pandemia) 60 ciberataques pusieron en jaque la seguridad nacional de España y el soporte digital de algunas de sus infraestructuras críticas, es decir, los servicios esenciales que hacen que el país funcione y cuyo listado es secreto. Agresiones en silencio. De forma barata y anónima. Un asalto "crítico" cada semana. Casi el doble que en 2019. Detrás había Estados (siempre se apunta a Rusia, Corea del Norte y China, aunque hay operaciones con bandera falsa), el crimen organizado y los piratas informáticos. Cada vez mejor engranados: unos financian, otros gestionan y los técnicos (graduados o autodidactas) hacen el trabajo sucio: abren las puertas de un sistema y venden la llave digital al mejor postor. Hay abundante oferta y demanda en la dark web. Los objetivos principales: ganar dinero y lograr influencia. La mecánica no varía, las metas sí. Se trata de espiar, desestabilizar, engañar, estafar, robar la propiedad intelectual, desacreditar o conseguir una ventaja comercial sobre un país o una empresa. Y, descendiendo hasta la base, perjudicar al ciudadano y vulnerar su privacidad hasta el punto de que pierda la confianza en el sistema.


Los dos grandes centros españoles de defensa y respuesta ante los incidentes de seguridad cibernética (denominados CERT, Computer Emergency Response Team) son públicos. Uno se dedica a defender las redes y los sistemas de la Administración (el Centro Criptológico Nacional); el otro, los de las empresas privadas, las universidades y los ciudadanos (el Instituto Nacional de Ciberseguridad). En total, reportaron el año pasado más de 200.000 ataques de distinto nivel. 73.000 fueron contra las Administraciones Públicas. De los 130.000 privados, un tercio consistió en estafas. Y, en general, con una agresividad mayor que nunca. Tampoco se libraron las Fuerzas Armadas, cuyo Mando Conjunto del Ciberespacio (que protege las redes militares), por boca de uno de sus analistas, un teniente coronel, afirma haber analizado 700 ataques contra sus sistemas el año pasado: "Para que sea incidente tiene que haber impacto, y estos lo tuvieron".

Más allá del aspecto técnico, en las comisarías españolas se presentaron 216.000 denuncias por delitos informáticos en 2020. ¿Son muchas o pocas? No se sabe, ya que ninguna Administración parece capaz de vislumbrar la cifra negra, los miles de casos que no se notifican por vergüenza o miedo: ciudadanos y compañías (a veces cotizadas en Bolsa) con sus ordenadores horadados, sus páginas colapsadas, sus datos secuestrados, su identidad robada, su información sustraída y comercializada en el mercado negro, y víctimas de fraudes y chantajes, que no quieren además ver erosionada su reputación haciéndolo público. Así que prefieren pagar rescates, y lo hacen en criptomonedas imposibles de rastrear por la policía. Las Fuerzas de Seguridad del Estado confirman que se investiga un mínimo de los ataques. Un informe llevado a cabo en 2019 por la consultora Deloitte concluía que el 76% de las empresas había sufrido algún ciberincidente. Y con éxito para el agresor. La mayoría nunca salió a la luz.

Y si no se notifican, no pueden ser investigados. No se puede realizar un perfil del agresor ni de su modus operandi; no se pueden encontrar trazas ni conocer su nacionalidad y su tecnología, ni desentrañar sus patrones de comportamiento. La huella que dejan —la que dejamos todos con nuestra navegación— la olfatean los policías y analistas de datos patrullando la Red y cribando con sus herramientas tecnológicas el big data. Hasta llegar a un servidor y, tal vez, a una dirección privada (IP). Y no siempre, al culpable. "Pero cuando no tienes ni una colilla cuyo rastro seguir —como los policías de antes—, si no obtienes evidencias que relacionar con ataques anteriores —a las que denominamos 'indicadores de compromiso'—, pierdes la capacidad de investigación", explica el inspector Francoso, jefe de Análisis de la Oficina de Coordinación Cibernética (OCC). "El estudio de un ataque te lleva a prevenir otro. Es clave hacer un estudio forense de cada incidente y cruzar esa información con las policías de todo el mundo. Los alertamos y nos alertan. Por eso, cuando un operador crítico del Estado advierte un incidente, está obligado a notificárnoslo, y efectuamos un informe para adelantarnos a futuros ataques. Y si vemos indicios de delito, se lo comunicamos a la Guardia Civil y al Cuerpo Nacional de Policía para su instrucción". Según fuentes de la industria privada, un solo laboratorio analiza cada día más de 40.000 muestras distintas de malware, es decir, de software malicioso. Una cifra que se duplica cada año. Algo que confirma el matemático Marcos González, subdirector del Instituto Nacional de Ciberseguridad (Incibe): "Cuando hay un incidente, pedimos que nos remitan ese archivo contaminado y nuestro equipo de 25 analistas lo disecciona. Y damos cuenta a la ciudadanía sobre los riesgos. Tenemos operativo el teléfono 017 las 24 horas, para que los ciudadanos y las pymes nos notifiquen sus ataques".

Tal y como manifestó recientemente David DeWalt, presidente de la compañía de seguridad informática McAfee, las mafias invisibles que cubren en todo el mundo el abanico de ataques contra la seguridad de internet mueven anualmente en torno a 105.000 millones de dólares (cerca de 87.000 millones de euros), obteniendo más ingresos que el narcotráfico (dato que ya adelantaba un informe de Europol de 2019). Y con mayor impunidad. En España ya no hay apenas atracos a bancos a mano armada, cuando en los años noventa se perpetraba uno a diario. Hoy, a las entidades bancarias y a sus clientes se los golpea digitalmente. También los timos han desaparecido de la calle. Y se pueden adquirir kilos de heroína en la dark web. La manipulación política y comercial fluye de una forma más sutil y, sobre todo, más personalizada: "Las elecciones hoy se ganan en lo digital, no en las plazas de toros", apunta Samuel Álvarez, ingeniero y consultor de ciberseguridad. Todo transcurre en la Red. Pero nadie sabe quiénes son ni dónde están los malos. "Su servidor puede estar en Panamá, ellos en Siria y el terrorista en Francia", explica un analista de la Guardia Civil. La tecnología es su aliada: cifra sus comunicaciones y les otorga anonimato.

Son ataques cada vez más dirigidos, menos indiscriminados, más sofisticados y mejor proyectados. Bombas inteligentes contra instituciones, empresas y ciudadanos concretos. Planes que se maduran durante años. En la punta de la pirámide de esos ataques (normalmente contra Estados y grandes compañías) se encuentran las llamadas "amenazas avanzadas persistentes", elementos dañinos que una vez colados en un sistema quedan en letargo por tiempo indeterminado. Hasta que se los activa. Y se hacen con el control del equipo infectado. Y se extienden. Son como zombis. "Entran en tu ordenador y dejan una semilla de virus. Y pueden pasar años sin que nadie la detecte. Y un día la activan y te puede echar abajo un proceso electoral", explica un oficial del Ejército especializado en guerra electrónica. El comisario José García Serrano, de la Unidad Central de Ciberdelincuencia, incide en esa progresiva especialización: "Descendiendo unos peldaños, los malos antes enviaban correos falsos contra miles de destinatarios dispersos y aleatorios para ver quién picaba, pero ahora están dirigidos a objetivos predeterminados. Hacen una investigación previa, buscan puntos débiles de seguridad. Usan las redes sociales. Captan tropas desleales dentro de una empresa que les faciliten el acceso a la información. No tienen prisa. Sus golpes son más peligrosos y mejor diseñados que antes. Son más difíciles de detener y más caros de reparar. Van por delante de nosotros".

La Red no fue concebida hace 30 años como un lugar seguro. Y nadie ha ejercido nunca sobre ella su soberanía. Es global, abierta, rápida, dinámica, de fácil acceso, con una enorme capacidad de anonimato y escasamente regulada. En ella está la información, los servicios, las ideas. Nuestros datos. Y tampoco son seguros los sistemas informáticos que utilizamos. No han sido concebidos bajo parámetros de ciberseguridad. Y aunque esté blindado el sistema de una infraestructura crítica (un aeropuerto, una refinería, un hospital...), pueden no estarlo las empresas que les prestan servicios, sus proveedores, socios y subcontratistas, los encargados del mantenimiento o sus empleados. "Ya no necesitan atacar a la cabecera del servicio esencial, sino a cualquiera de los que están conectados con él", explica Juan Antonio Gómez Bule, politólogo, consultor y vicepresidente de Ecix Group. "Y si ese proveedor es vulnerable, provoca vulnerabilidad en toda la infraestructura crítica. Hay que generar una trazabilidad de la seguridad de la Red y cada producto debe estar certificado. Y eso ahora no ocurre. Y se cuelan". Lo confirma José de la Peña, responsable del grupo SIC, dedicado desde 1991 a la ciberseguridad: "Todos los sistemas son susceptibles de ser atacados. Jamás son invulnerables. Es un juego de barreras y ataques. Si dejas un agujero y hay un beneficio, van a entrar. La delincuencia va a por el dinero, y los Estados, a por asuntos inconfesables, empezando por los secretos y las patentes de otros Estados. La Red es el oscuro objeto de deseo".

Las herramientas tecnológicas que emplean los que atacan y los que defienden son las mismas. También los buenos atacan, aunque no lo hagan público. La Europol, el FBI, los ejércitos y las policías pueden robar o echar abajo el servidor del cibercriminal, buscarle puertas traseras o dejarle un señuelo (un honey pot), para que se aventure a entrar en el suyo y pillarlo. Los militares, en el Mando de Ciberespacio, realizan continuas maniobras, verdaderas pruebas de estrés, desde su C4D (Centro de Mando, Control y Conducción de Ciberdefensa), donde el campo de batalla es la Red. Se trata de disuadir. Como durante la carrera nuclear. Y en caso de conflicto, "dejar sordo, mudo y ciego al enemigo", según su comandante en jefe, el general Rafael García Hernández.

Es una cuestión de inversión en talento y en I+D. "Y en ese nuevo orden capitalista sin reglas que es la web, el que consigue la nueva tecnología, arrasa", explica el diplomático Nicolás Pascual de la Parte, embajador especial para las Amenazas Híbridas y la Ciberseguridad. Existe consenso de que ningún Estado se puede defender en solitario de esos riesgos sin fronteras. Necesita la colaboración internacional y el apoyo del sector privado, que dispone de la tecnología y de los técnicos (por ejemplo, los operadores de telefonía móvil como Telefónica, o grandes tecnológicas como Indra, pero también microempresas especializadas en escuchar las redes sociales, detectar virus o monitorizar el tráfico sospechoso).

En España, el sector de la ciberseguridad cuenta, según el Incibe, con más de 1.200 proveedores con 6.000 productos y servicios. Hasta la Presidencia del Gobierno, el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) o los militares reconocen que en esa materia tiran de compañías, herramientas, ingenieros y analistas del sector privado, en especial durante la crisis digital unida a la covid. Israel (en guerra permanente) sale en todas las quinielas como el país puntero. Y detrás, Estados Unidos y el Reino Unido. En Francia y Alemania la seguridad cibernética es una razón de Estado. En España, la transferencia de conocimiento entre el sector público y el privado es mejorable, según coinciden los expertos consultados. "Y en esta carrera enseguida te quedas atrás", comenta el teniente coronel Emilio Rico, del Mando del Ciberespacio. "Y esas empresas te tienen que dar capacidades: no solo un producto, sino su desarrollo completo. Normalmente es software que se integra en tus plataformas".

Todo está en la Red, incluidas las oportunidades de un mercado abierto y también los yihadistas, que ya son captados, reclutados, radicalizados y adiestrados virtualmente, según explica el teniente coronel F. V., jefe de Unidad Central Especial 2 de la Guardia Civil (que se ocupa del terrorismo internacional): "Para ellos, la Red se ha convertido en una navaja multiusos en sus operaciones, su comunicación y su propaganda. Y eso lo hemos confirmado durante la pandemia". En la UCE 2 cuentan con agentes encubiertos que, con mandato judicial e identidad supuesta, se introducen en foros y círculos cerrados para localizar a terroristas. Pero no siempre es fácil demostrar ante un juez que, por encima de su extremismo digital, su intención sea matar.

Todo pasa por la Red. Según datos del Banco Mundial, hay más de 4.000 millones de internautas en el mundo y una cifra similar ya se mueve en las redes sociales. Diversas fuentes hablan de más de 50.000 millones de dispositivos por todo el planeta conectados a la gran autopista de la información, la mayoría de ellos de uso cotidiano; desde el contador del gas, el frigorífico y las alarmas del hogar hasta los tornos de entrada de las empresas, los diagnósticos médicos y la agricultura digitalizada. Y son vulnerables. Es el internet de las cosas (IoT). Y muy pronto las casas y los coches inteligentes se aprovecharán de la vertiginosa velocidad de información que les va a proporcionar la quinta generación de comunicaciones móviles (el 5G). Todo conectado y más rápido. En España, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), el 93,2% de los ciudadanos de entre 16 y 74 años utilizó internet en 2020, lo que se traduce en 33 millones de usuarios. Y esa práctica se eleva hasta el 99,98% entre los jóvenes.

Estamos hiperconectados. Nuestros negocios, estudios, salud y relaciones sociales. Nuestra vida. Y, sin embargo, no tenemos sensación de riesgo. Dudamos de si lo que ocurre en la Red es realidad o ficción. Dejamos nuestra existencia al descubierto. Regalamos nuestros datos. Tendemos a ser crédulos frente a la desinformación. El 90% de los incidentes graves se inicia a partir de un fallo humano. Un correo en apariencia inofensivo. Puede ser una falsificación exacta de una comunicación de nuestro banco o de la Agencia Tributaria en tiempos de IRPF. Lo abrimos. Explota. Y se inicia la epidemia. Que provoca, por ejemplo, que toda la información de nuestros sistemas operativos quede cifrada y solo puedan liberarlos los piratas a cambio de un rescate. A ese modelo de ataque lo denominan ransomware. Es el más frecuente y lucrativo. Le puede ocurrir a una central nuclear o a un taller de chapa y pintura. En mayo de 2017, el denominado Wannacry atacó en siete horas a más de 200.000 equipos en 150 países; y, en España, a tres operadores críticos: Telefónica, Gas Natural e Iberdrola. A partir de ese momento el Gobierno y la Unión Europea se dieron cuenta de que el asunto no iba en broma. En España, la respuesta fue la Estrategia Nacional de Ciberseguridad, redactada en La Moncloa y publicada en 2019. Pocos meses más tarde llegó la pandemia, acompañada por una ola de ataques a hospitales y farmacéuticas; desinformación, estafas, espionaje y propaganda, la infodemia. En plena era de la covid-19, los ataques se cebaron de forma especialmente virulenta con la estructura sanitaria. En su último informe de tendencias, publicado en octubre pasado, el Centro Criptológico Nacional citaba el ransomware contra centros médicos como una de sus grandes preocupaciones.

A esas técnicas de engaño cibernético los expertos las denominan "ingeniería social". Un oficial militar lo simplifica: "Cuando llevas jugando cinco minutos al póquer y no has detectado al pardillo, no lo dudes, el pardillo eres tú. Y eso en la Red es dogma de fe: el producto eres tú". "Tú eres un dispositivo andante; una red se sensores: recibes y emites información continuamente", explica el consultor de seguridad Juan Antonio Gómez Bule. "Y lo mismo pasa con tu casa y tu empresa. Y si no te proteges, date por perdido. Hay grandes brechas de seguridad, en especial en las pymes. Es un tema que no se toma en serio. Y nunca sabes cuándo vas a ser el objetivo. O ya lo eres y no lo sabes. Meter dinero en ciberseguridad no es un gasto, es inversión, para empezar, en la reputación de tu empresa. Y eso hoy cotiza".

"La pandemia ha supuesto para todos un curso acelerado de digitalización", afirma Javier Candau, jefe de ciberseguridad del Centro Criptológico Nacional (el CERT gubernamental, integrado en el CNI y encabezado por la directora del servicio de inteligencia, Paz Esteban). A partir de la instauración del estado de alarma, el 14 marzo de 2020, el teletrabajo se generalizó en todo el país. Y las compras. Más del 90% de los hogares están en el ciberespacio. Muchos tenemos un ordenador en casa conectado con la red corporativa de nuestra empresa o ministerio. Y eso implica riesgos. En poco tiempo nos hemos dado cuenta de las vulnerabilidades no solo de la Red, también de las herramientas y aplicaciones. Para el coronel Candau, la avalancha de teletrabajo y el internet de las cosas "han ampliado nuestra superficie de exposición a un ataque. Hay más incidentes. Y más graves. Y esa va a ser la tendencia".

Para Félix Arteaga, investigador del think tank Real Instituto Elcano, "la ciberseguridad debe acompañar a la digitalización de la sociedad, evitar sus riesgos y favorecer los negocios. Y eso se ha logrado de una forma correcta en las infraestructuras críticas del Estado. Y las empresas cotizadas tienen sus centros de respuesta, a veces más potentes que la Administración. Sin embargo, no se ha completado ese ecosistema de ciberseguridad con el sector privado. Sigue sin haber una conexión entre lo público y lo privado. Nuestra exposición es cada vez mayor; estamos desprotegidos y eso incrementa la fragilidad del sistema. Hay que aumentar la conciencia social y la capacidad industrial. La ciberseguridad debe ser una verdadera política pública".

¿Quién debería hacerlo? ¿Quién manda en la ciberseguridad? En España no hay un ciberzar, una cabeza ejecutiva, una ventanilla única. El mando es, al menos, bicéfalo, se reparte entre Presidencia del Gobierno y el CNI. Sin olvidar los ministerios de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Interior, Defensa, Justicia y Exteriores. "Se ha optado por una gobernanza suave", explica Javier Candau, del Centro Criptológico Nacional (dependiente del CNI). "Nadie manda en todo, sino que se ha constituido el Consejo Nacional de Ciberseguridad, que depende del Consejo de Seguridad Nacional, que dirige el presidente del Gobierno". Además, como endeble canal de comunicación entre lo público y lo privado, está el Foro Nacional de Ciberseguridad, que carece de presupuesto. Y a finales de 2020 se anunció la creación de la Comisión Permanente contra la Desinformación (bautizada por la oposición conservadora como "ministerio de la verdad"), que ya está en funcionamiento. Su objetivo es detectar y enfrentarse a las fake news, está coordinada por la Secretaría de Estado de Comunicación y sus cometidos no han sido explicados en profundidad por la Presidencia del Gobierno, de la que depende. En el sector cibernético (público y privado) muchos recelan de ella.

Algunas fuentes envidian la figura del National Cyber Security Centre (NCSC) del Reino Unido, un organismo que coordina todas las responsabilidades de la ciberseguridad en aquel país, incluso las infraestructuras críticas, excepto las cuestiones militares, y cuenta con un presupuesto de más de 2.000 millones de euros. "El problema en España es que no hay un elemento único de dirección", reflexiona Arteaga. "No hay un mecanismo real de coordinación público-privado; no hay una política de I+D; no hay un programa nacional de investigación. Y en la cima, el Departamento de Seguridad Nacional (DSN), dependiente de La Moncloa, media y marca la estrategia, y el CNI tiene los medios. Pero no hay una mano ejecutiva y cada ministerio va por libre. Y luego están en el País Vasco y Cataluña con sus CERT y las grandes empresas con los suyos".

Cuando se visitan todos los organismos públicos de ciberseguridad (que se encuentran en Madrid menos el Incibe, que el presidente Rodríguez Zapatero instaló en León), se tiene la sensación de que, como todo en España, funcionan muy bien por separado, pero que ponerlos de acuerdo debe de ser complicado. El músculo lo tienen el Departamento de Seguridad Nacional (DSN) y el CNI. El primero, por su carácter estratégico; el segundo, por el poder de la inteligencia. El general Miguel Ángel Ballesteros dirige el primero desde el búnker de La Moncloa, a tres minutos del despacho de Pedro Sánchez. Es el asesor del presidente en materia de seguridad nacional. El DSN debería ser el eje de toda la política de ciberseguridad, y así lo define el general en su despacho: "Este departamento es el punto de integración de toda la información y el punto de contacto con la UE". Sin embargo, no tiene un presupuesto propio ni tampoco encabeza el Consejo Nacional de Ciberseguridad, una atribución que tiene la directora del CNI, Paz Esteban. "Al principio se pensó en rotar esa presidencia del Consejo entre DSN, CNI, Interior, Defensa y Economía, pero luego se decidió que no se moviera del servicio de inteligencia y así se ha quedado...", comenta una de las personas que lo integran. En cualquier caso, todo confluye en el presidente del Gobierno.

El CNI es el organismo más sabio del esquema de ciberseguridad en España a través de su brazo tecnológico, el Centro Criptológico Nacional (CCN), que cuenta con un servicio de defensa y alerta temprana. En este negocio, el CNI manda mucho. Y nadie lo duda en el ecosistema de la ciberseguridad. Desde su sede, al oeste de Madrid, se ocupa de todos los ciberincidentes relacionados con la Administración General del Estado: los órganos constitucionales (jefatura del Estado, Congreso y Senado), las empresas estatales (tan potentes como Adif, Correos, Navantia o Red Eléctrica) y organismos como la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). No así de los sistemas militares. Y no se detiene en resolver la parte técnica del incidente, va más allá, investiga si los ataques provienen de otros Estados y también tiene la atribución (por ley) de la contrainteligencia, el contraespionaje y la gestión de los secretos oficiales.

Quizá el máximo poder del CNI en ciberseguridad son las sondas que mantiene desplegadas en los equipos informáticos de 350 organismos públicos de los citados, según confirma el coronel Candau. Son dispositivos de hardware y software que instalan los técnicos del centro y actualizan por control remoto y que monitorizan el flujo de internet entrante y saliente de esos organismos. Tamizan y detectan intrusiones y el tráfico sospechoso; los filtran y envían a su sistema central para su análisis exhaustivo. Toda esa arquitectura de seguridad se basa en la alerta temprana. ¿Esas sondas respetan la privacidad de las comunicaciones de los empleados públicos? Según un documento del centro, "en ningún momento se centra en el análisis del contenido del tráfico que no sea relevante en la detección de una amenaza".

A las afueras de Madrid, en El Pardo, en un edificio semioculto a la orilla del Manzanares, se encuentra otra estructura clave en la ciberseguridad nacional. Es la Oficina de Coordinación Cibernética (OCC) del Ministerio del Interior. Se ocupa de la seguridad digital de las infraestructuras críticas, un inventario secreto de 400 "operadores esenciales", de los que un 80% son empresas privadas, que cubren los sectores de energía, transporte, salud, financiero, telecomunicaciones, información, agua, energía nuclear, químico, espacio, Administración, alimentación y navegación. Si alguno sufriera un ataque y contagiara al resto de operadores, se podría desatar una reacción en cadena de imprevisible desenlace. El día del juicio final cibernético. Desde aquí luchan por evitarlo. No se puede acceder con teléfono móvil, igual que en el Mando Conjunto del Ciberespacio y en el CNI. Está al frente el comisario Juan Carlos López Madera y su personal está compuesto por policías y guardias civiles vestidos de traje oscuro. Aquí todos son analistas. Se encuentran inmersos en la elaboración del primer Plan Estratégico contra la Cibercriminalidad. Pura inteligencia. Hay que prevenir.

La pandemia y el cibertrabajo han despertado a la bestia digital, que ya no va a volver a su guarida. Cuando la covid-19 sea un mal recuerdo, el virus cibernético seguirá extendiendo sus tentáculos en su realidad sin fronteras. Y carecemos de vacuna. Lo confirma el veterano consultor Juan Antonio Gómez Bule, con 30 años en el negocio: "Si tú eres el objetivo, date por fastidiado, porque no sabes cuándo ni cómo te van a atacar. O si ya lo has sido".

https://elpais.com/eps/2021-02-27/asalto-a-la-fortaleza-digital.html?utm_source=Twitter&ssm=TW_CM_EPS#Echobox=1614510303

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#1193
Yo estoy hablando de mis recuerdos... tal vez esté errado  en algo o los recuerdos se me hayan mezclado... pero de que hubo un intento de golpe, y el Rey lo frustró, no hay ninguna duda... el Rey fue un héroe en ese momento, que si no todavía estarían viviendo como a mediados del siglo pasado y emigrando a Sudamérica ...

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#1194
Foro Libre / Re: Mis dudas existenciales.
22 Febrero 2021, 20:26 PM
Estimado Win_7, ya no te diré lo que te hemos dicho decenas de veces que tienes que hacer para mejorar tu PC que tiene ya varias actualizaciones del Windows 10 y que aun conserva en su corazón restos del Windows 7 que es desde donde se actualizó al 10...

Grrrrrrrrr...

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#1195
La MATERIA OSCURA es algo... pero no se sabe que...

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#1196
Cita de: simorg en 21 Febrero 2021, 20:51 PM

FELICIDADES !!!!, me tomare una birrita a la salud del Foro, para que siga cumpliendo muchos más.

Se puede decir que el Foro es de signo Piscis........ :xD


(Y el 25 otra brrita a mi salud, que es mi cumple, jeje. (73)


Como yo no me puedo tomar una birrita, hoy que el cumpleaños del foro lo celebraré acariciando una perrita... ;D

FELICIDADES AL FORO Y A SE CREADOR QUE SE LLAMA ALEX A SEGÚN LA RECORDADA CONSTANCE...  ;-) ;-) ;-)

El 25 ya  veré como celebro el cumpleaños del venerable Simorg...  ;D

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#1197
Cita de: Serapis en 22 Febrero 2021, 18:28 PM

Hoy todos esos que se quejan de todo, ignoran por completo (por lo menos no lo valoran en su justa medida) que gracias al Rey, hoy pueden quejarse... pudo acabar de otra manera y... en fin nos libramos de un 'Franquismo Extended Play'.


Pues si... si mal no recuerdo cuando recién empezaba la era pos-Franco, unos militares cabeza caliente intentaron un golpe de estado y el Rey se apersonó al Parlamento donde los golpistas ya habían matado a no se cuantos diputados y le ordeno al General (o Coronel?) que comandaba la acción que depusieran las armas y se entregaran.. los militares así lo hicieron y quedo abortado el golpe...  cualquier otro se hubiese escondido en un bunker o huido a otro país... pero no...  el Rey jugo al héroe y como tal quedó... ahora como el mismo dice, solo lo recuerdan como un asesino de elefantes, y algunos dicen que como ladrón, pero que yo sepa el hombre nunca robo nada a las arcas de el estado...

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#1198
España ha vivido malos y buenos tiempos... ahora la situación yo la veo muy enrollada, y es que tampoco el apellido de los políticos españoles les ayuda mucho: Rufián, Monedero, Lastra, Arrimadas, Garzón y el anticlerical: Iglesias. Lo que les falta es que Casado se divorcie... grrrrrrrrrrr...  :silbar:

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#1199
Foro Libre / Re: Mis dudas existenciales.
22 Febrero 2021, 11:49 AM
Cita de: Mr. NoBody en 22 Febrero 2021, 09:45 AM

Por cierto, ¿es cosa de mi imaginación, o cada día están cerrando y reabriendo este hilo?.


Lo cierran pero luego deben abrirlo nuevamente porque las dudas existenciales del amigo @Win_7 son infinitas... el hecho es que si lo cierran el hace nuevos posts y entonces los mueven acá y deben dejar que le contestemos al hombre...

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#1200
Foro Libre / Re: Mis dudas existenciales.
21 Febrero 2021, 22:12 PM
Cita de: win_7 en 21 Febrero 2021, 21:25 PM

Vale es incompatible con no querer esa persona si haces la rosca?


Para hacer una buena rosca necesitas una terraja...

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