Sólo faltaba un día para su entrega. Apenas en 24 horas el reloj agotaría el tiempo y no terminaba la monografía. El profesor, inflexible, había dictado una sentencia lapidaria: no recibiría trabajos fuera de fecha.
La última asignatura, la libertad, tirar los libros y descansar, se jugaban en un puñado de hojas con rostro de nieve.
El ordenador, no respondía, no había forma de acceder al maldito documento Word y ejecutar el final. Dejó de pensar, el desespero iba aumentando con cada campanada del reloj de la sala.
Cerró el portátil, cogió el bolso y salió espantada para la tienda de informática. La locura se había apoderado de su mente, al punto que borró de su memoria el día: domingo por la mañana.
Cuando llegó a la tienda, las puertas clausuradas la trajeron al mundo real y vencida, se sentó en la puerta de la tienda, sin importarle que la falda se subiera a límites insospechados.
Las columnas blancas, bien torneadas, atrajeron la mirada de Pedro que comenzó en los tobillos y acabó en los ojos de obsidiana, brillantes por las lágrimas.
Se inclinó y su dedo índice recogió una gota salobre.
Al fin, Ana notó su presencia e histérica se abrazó al cuerpo musculoso del desconocido.
Con voz entrecortada, casi susurrante -como una caricia- pudo responderle a Pedro lo que le sucedía. Y no existen las casualidades, ni destinos o señales, pero a veces la vida pone la solución en el retorcido camino que nos obliga a recorrer: Pedro era Programador de Sistemas, quien de inmediato le ofreció ayuda, invitándola a su departamento, donde tenía las herramientas necesarias.
El virus W32Lechuck, demoró en desaparecer los minutos que tardó el ordenador en entrar en modo seguro, pasar el Hijackthis, y eliminarlo manualmente.
Ana se abrazó a Pedro y un arco electrificante se encendió entre ambos. Las colinas glamorosas de Ana dieron la bienvenida al pecho de Pedro, quien notó, de inmediato, como dos botones duros a través de la tela se incrustaban en su piel.
La urgencia de la sangre joven dio comienzo al ritual. Arrugada en el suelo, la ropa fue un montón de tela silenciosa. Y comenzó el concierto, las manos tocaban arpegios dibujando figuras, y los dedos peregrinos tenaces, exploraban sin denuedo, montes y valles, expandiendo fantasías.
El sostén de encaje negro fue la última barrera en caer, y la tibieza de los pechos, regocijo de una lengua que no paraba de de trotar por la piel enfebrecida de pasión.
Cuando las manos de Ana, alcanzaron la entrepierna del amante, la vertical era un soldado enhiesto listo para la guerra, mientras los gemidos reclamaban una invasión sin demora. Sin embargo, las bocas egoístas, detuvieron el avance de la caballería, querían probar sabores de sexo enloquecido, y al ritmo de los susurros se tornaron en esclavas de cáliz y cetro, fundiéndose los olores.
A punto de derramarse lavas, se desbocó el jinete para buscar la potra y gozar de los ardores. Al serpenteo de las ancas y lenguas como llamas, vieron la cima entre espasmos y estertores... en aquella mañana de locas utopías.
G.
*Nota, no sé si el nombre de virus y efectos es correcto y no sigo que va para muy largo.
Que no, que no me he fumado nada (comentario que va en broma)
Modifico título: porque el título llevó a confusión de un moderador que lo llevó a Seguridad o quizá era el otro post de mío sobre "Timo por correo electrónico" y se prestó a confusión; por si acaso, disculpas.