Respecto a post inicial, diré que com-prendo a los sevillanos. Los españoles tenemos heridas aún abiertas, y el miedo, como defensa natural, hace el resto.
Ahora, las distintas opiniones planteadas, sobre la pulsión entre el derecho a la libertad- seguridad y la libertad de cultos yo pienso ( y no se ofenda nadie que es solo mi opinión, rebatible por excelencia) que:
Coincido con Addonis que mucha gente murió para que hoy tengamos en España (que es la sociedad que yo vivo y conozco), las libertades que gozamos, y entiendo que el sostenga que en este tema no cabe la ley del embudo o como lo llamó el viguismo, so pena de caer en incoherencia.
Pero la libertad de cultos, a mi modo de ver, no puede estar por encima de derechos fundamentales de primera generación o naturales del hombre, como es vivir, libre y en paz.
Frente a un conflicto de derechos, eligiría tutelar la protección a la vida libre y en paz, en desmedro de la libertad religiosa, por aquello que entre dos males, me quedo con el menor.
La libertad de cultos, no puedo comprender (en nuestro país al menos) la vulneración de la dignidad humana o la apología a la violencia que algunas interpretaciones del Corán sostienen.
Condenar a una mujer a morir apedreada, o porque alguien es homosexual, me parece aberrante, sea cual sea el país, credo o lo que sea. La libertad de credo, no debería permitir ingresar "cultos", que contradigan esos principios fundamentales democráticos y que sean inherentes al hombre.
Igualdad sí, en, por y ante la ley, sin distinciones, pero sin apologías o prácticas que nos resultan intolerables e in-humanas. Lo que no implica generalizar o discriminar a cada persona individualmente considerada, por el lugar donde nació, color de la piel, etc, que buenos y malos los hay en todos lados.
G.
PD: Addonis, te recordé al leerlo.
En la primera noche, ellos se aproximan
Y recogen una flor de nuestro jardín
Y no decimos nada.
La segunda noche, ya no se esconden,
Pisan las flores, matan nuestro perro
Y no decimos nada.
Hasta que un día, el más frágil de ellos
Entra solito en nuestra casa, nos roba la luna, y
Conociendo nuestros miedos,
Nos arranca la voz de nuestras gargantas
Y porque no decimos nada
Ya no podemos decir nada.
Maiakovski, Vladimir, 1893-1930.
Ahora, las distintas opiniones planteadas, sobre la pulsión entre el derecho a la libertad- seguridad y la libertad de cultos yo pienso ( y no se ofenda nadie que es solo mi opinión, rebatible por excelencia) que:
Coincido con Addonis que mucha gente murió para que hoy tengamos en España (que es la sociedad que yo vivo y conozco), las libertades que gozamos, y entiendo que el sostenga que en este tema no cabe la ley del embudo o como lo llamó el viguismo, so pena de caer en incoherencia.
Pero la libertad de cultos, a mi modo de ver, no puede estar por encima de derechos fundamentales de primera generación o naturales del hombre, como es vivir, libre y en paz.
Frente a un conflicto de derechos, eligiría tutelar la protección a la vida libre y en paz, en desmedro de la libertad religiosa, por aquello que entre dos males, me quedo con el menor.
La libertad de cultos, no puedo comprender (en nuestro país al menos) la vulneración de la dignidad humana o la apología a la violencia que algunas interpretaciones del Corán sostienen.
Condenar a una mujer a morir apedreada, o porque alguien es homosexual, me parece aberrante, sea cual sea el país, credo o lo que sea. La libertad de credo, no debería permitir ingresar "cultos", que contradigan esos principios fundamentales democráticos y que sean inherentes al hombre.
Igualdad sí, en, por y ante la ley, sin distinciones, pero sin apologías o prácticas que nos resultan intolerables e in-humanas. Lo que no implica generalizar o discriminar a cada persona individualmente considerada, por el lugar donde nació, color de la piel, etc, que buenos y malos los hay en todos lados.
G.
PD: Addonis, te recordé al leerlo.
En la primera noche, ellos se aproximan
Y recogen una flor de nuestro jardín
Y no decimos nada.
La segunda noche, ya no se esconden,
Pisan las flores, matan nuestro perro
Y no decimos nada.
Hasta que un día, el más frágil de ellos
Entra solito en nuestra casa, nos roba la luna, y
Conociendo nuestros miedos,
Nos arranca la voz de nuestras gargantas
Y porque no decimos nada
Ya no podemos decir nada.
Maiakovski, Vladimir, 1893-1930.